miércoles, 28 de julio de 2010

CUANDO LA ILUSIÓN MADURA!!!

Siempre escuché la letra de una canción y, pese a ser un tema musical religioso, hay una parte que me llamaba poderosamente la atención. La letra dice: “Cuantas veces, siendo niño, te besé; y en mis besos te decía que te amaba. Poco a poco fui creciendo y alejándome de ti, por caminos que se alejan me perdí”. Todo ello siempre me hacía pensar en las cosas que hacía de niño y que dejé atrás ya hace mucho tiempo.

Muchas veces olvidamos lo que fuimos, y eso afecta mucho a lo que somos. Son aquellas cosas que nos ayudaron a madurar las que forjan a las personas; y por sobre todo, las que nos hacen mejores o peores personas. Hoy, lo único que me queda de aquellos tiempos es el recuerdo, vagos retazos de mi historia: mi primera pelota, el primer día de clase, mis travesuras, el día que mi imaginación maduró… ese día es el más recordado.

Como en aquel texto de la novelista española Ana María Matute, en donde la madre, a fuerza de crudeza y realismo, hace ver al niño que el dolor solo se supera con madurez. El cuento “El niño al que se le murió el amigo” muestra esa crudeza, ese golpe que nos sacude y saca del mundo irreal en el que vivimos cuando niños, y todo para hacernos maduros.

Y lo mío, la verdad, no fue diferente. El recuerdo de mi madre cerrando la puerta de la habitación para evitar que me salpiquen sus lágrimas es aún fuerte. Mi padre pidiendo disculpas por lo que pasó y lo que pudo haber pasado aún me emociona (y es que fue la primera vez que lo vi llorar). Un accidente, algo que puede ocurrirle a cualquiera, eso, un accidente les llegó a ambos. Y la realidad llegó a mi vida.

Cuando la ilusión madura, cuando veo que nada es para siempre, que los padres siempre serán superhéroes, pero vulnerables al destino y la realidad, es ahí cuando recuerdo que mi infancia se perdió en el pasado, que mi ilusión efectivamente maduró y que como decía la música: “poco a poco fui creciendo y alejándome”, es así que quedaron atrás muchas cosas.

Hoy recuerdo al niño del cuento cuando decía: “que tontos y pequeño son esos juguetes”, y daba el paso a la madurez. Y a mí, me tocó dar ese paso ya hace mucho tiempo atrás. Más, aún hoy mi madre repite frases similares al “cuanto ha crecido este niño” de la madre del cuento, y quizás (quizás) es que sigo madurando día a día.

Me pregunto al final: ¿Qué pasa cuando la ilusión madura? Y creo que lo sé… si… lo descubro cada día… pero aún tengo dudas ¿Y si nuestra ilusión de niños queda en nosotros? Uff… ¿Qué sería de mi si seguía iluso como antes? Rayos, ¿Acaso está mal vivir de ilusiones? Son cosas que tengo que pensarlas un poco más!!!

Mi ilusión maduró, pero aún la siento ahí, sigue siendo “mí” ilusión, y me permite ser lo que soy. Vivo Ilusionado!!! Con mucha madurez (en lo que respecta a las ilusiones) por ello puedo decir que, además de mis recuerdos, conservo la capacidad de Ilusionarme. Y vos???

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